lunes, 20 de septiembre de 2010

El "lugar" en la arquitectura

Expansión de la ciudad de Oporto y cambios en el paisaje:


Para entender el paisaje ante el que nos encontramos es fundamental conocer el proceso de su generación y colonización por el ser humano. Éste se produce como consecuencia de la ampliación residencial que sufre la ciudad de Oporto paralela a la necesidad de una nueva zona portuaria accesible a los barcos de gran calado que fue encontrada en el Puerto de Leixoês (Matosinhos). En la actualidad este hecho se ve potenciado por la declaración de Patrimonio de la Humanidad del centro de Oporto, lo que ha ocasionado una progresiva despoblación de éste en favor de su zona metropolitana.
Obras importantes del arquitecto portugués Siza Vieira en las proximidades de Oporto:

1. Restaurante Boa Nova (1958)

2. Piscina Leça de Palmeira (1966)

3. Facultad de Arquitectura (1988)

4. Museo contemporáneo de la Fundación Serralves (1999)



Comprensión del "lugar" mediante su desmantelamiento en varios niveles:


NIVEL 0_ Oceano Atlántico

IMPORTANTES DIFERENCIAS DE NIVEL ENTRE LA PLEAMAR Y LA BAJAMAR
OLEAJE FUERTE (PRÁCTICA DE DEPORTES COMO EL SURF)


NIVEL 1_ Costa

ALTERNANCIA DE ZONAS APTAS PARA EL BAÑO Y ZONAS ROCOSAS
EJE: PUERTO - PISCINAS - BOA NOVA
BARES Y CHIRINGUITOS DE PLAYA


NIVEL 2_ Paseo

ESPINA VERTEBRAL DEL LUGAR
POTENTE SEPARACIÓN NATURALEZA-EDIFICACIÓN
FARO


NIVEL 3_ Edificación

(ZONA CON ALINEACIÓN A CALLE, 2 ALTURAS, UNIFAMILIARES)

(ZONA DE EDIFICACIÓN AISLADA DE BLOQUE ALINEADOS AL PASEO - EXISTENCIA DE DOS ALINEACIONES DISTINTAS QUE CONVERGEN EN NUESTRO SEGUNDO SOLAR, DOS TIPOS DE ALTURAS: 5 y 8, MEDIA DENSIDAD)
Análisis del paseo y de la edificación de bloques







lunes, 13 de septiembre de 2010

Un primer vistazo

Análisis de relaciones espaciales-arquitectónicas-comunicativas. Expasión de Oporto hacia el noroeste - contemporaneo a la imposibilidad de acceso a la Ribeira y el cambio por el puerto de Leixôes. Ejes Porto-Matosinhos-Leça de Palmeira / Restaurante-Piscinas-Serralves-Facultad
Ubicación de las parcelas elegidas para la intervención urbana en forma de viviendas de baja densidad tipo condominio y media-alta densidad. Interpretación del lugar: lo natural de la costa atlántica, el granito del paseo (una potente línea horizontal separando la costa de la ciudad), la zona de viviendas (donde podemos distinguir una zona definida de vivienda de baja densidad con un orden claro y octogonal, y una segunda zona donde se mezcla una incipiente urbanización con un uso más industrial que encuentra su máxima en la refinería situada al norte del lugar; sin olvidarnos de la zona que siguiendo el paseo compone los volúmenes con una edificación específica).

Completan la percepción de este lugar tres grandes hitos que comienzan en línea de costa a continuación del puerto y en dirección norte: las piscinas de Siza, el faro (auténtico hito visual) y el restaurante da Boa Nova del mismo arquitecto.

Para entender el lugar además son de interés las intervenciones en esta zona de los arquitectos SIZA, SOUTO DE MOURA y TÁVORA; así como los invariantes de la llamada escuela de Oporto.


OPORTO: una ciudad construida sobre granito

Oporto es una ciudad con carácter propio; comparable en muchas cosas a Lisboa y, sin embargo, completamente distinta. Su perfil urbano es más macizo, más denso y oscuro, y lleno de contrastes: hallándose en muchos aspectos bajo la influencia de Inglaterra, su viejo socio comercial, y de un clima más lluvioso y nublado, Oporto es una ciudad rigurosamente nórdica y, al mismo tiempo, caóticamente meridional, sobre todo después de un día de lluvia, cuando el sol lo impregna todo de un colorido irreal. En toda la ciudad destaca la tornasolada antracita del granito, que a su vez subraya el intenso verdor del paisaje, el rojo ladrillo de los tejados, el azul del cielo y otras numerosas y diminutas manchas de color. El sol crepuscular añade un tono dorado y cautivador que se refleja en los pequeños cristales de las ventanas. Es entonces cuando el granito resplandece como oro negro.


Lo peculiar de Oporto es su caprichosa situación topográfica, que ha obligado a adoptar una serie de curiosas soluciones arquitectónicas como son las escaleras, las rampas y las galerías. En Oporto no hay monumentos artísticos espectaculares por los que uno tenga que visitar forzosamente la ciudad. Lo digno de verse no son, pues, sus bellezas particulares, sino Oporto como conjunto.

La consideración de la ciudad o de un barrio como unidad fue el principal punto de partida de los bocetos de rehabilitación elaborados por los arquitectors FERNADO TÁVORA, SOUTO DE MOURA Y ALVARO SIZA para los viejos barrios de Oporto. De donde se obtenía toda la sustancia constructiva no era del valor histórico-arquitectónico de un solo edificio, a ser posible monumental, sino de las características de todo el barrio, especialmente de las zonas residenciales. Lo que contaba no era el interés particular, sino el de toda la ciudad. Esta modestia, la subordinación y adaptación de cada una de las medidas, por muy destacadas que sean, a la estructura general responde por completo a la esencia de esta ciudad tan poco pretenciosa.



Oporto es empinada. A la manera de un anfiteatro, el casco antiguo está situado en la escarpada orilla derecha del río Duero. La pequeña y densa fragmentación de fachadas y tejados es subrayada por la altura constantemente variable del terreno y de los edificios. En las fachadas pueden verse pequeños balcones de madera o acero llenos de macetas y, por doquier, topa tendida a secar.

Por encima del compacto núcleo medieval, se distribuyen los monumentos artísticos que aparecen descritos en las guías de viaje. Desde el puente que atraviesa el Duero se ve muy claramente el área del crecimiento urbano y la ampliación de la ciudad hacia el noroeste, en dirección al puerto marítimo. El adusto encanto de esta ciudad gris salpicada de motas de color no es floclórico ni sugestivo y lo que no puede encontrarse en esta ciudad de sabor británico, al contrario que en Lisboa, es algo parecido a picardía. Los seis puentes que comunican las orillas del Duero son sus grandes nexos explicativos.

El crecimiento de la ciudad de Oporto -los grandes barcos modernos no podían atracar en el muelle del casco antiguo, la Ribeira- tuvo lugar a base de largos ejes rectos que discurrían hacia el noroeste, en dirección al mar o al puesto de Leixôes, y el nuevo centro urbano de Oporto está hoy en la Baixa; por encima del casco viejo.

Pese a que en realidad la estructura urbana es de fácil orientación, la planificación del tráfico ha conseguido crear un completo caos. Con dos millones en su área metropolitana, Oporto tiene los inconvenientes y problemas de una gran ciudad y, al mismo tiempo, de una ciudad pequeña. Según Siza, es la ciudad más incómoda de Europa.

A pocos kilómetros al noroeste de Oporto se halla la pequeña ciudad sardinera de Matosinhos, hoy en día convertida en un barrio periférico de Oporto donde, sobre todo, se come pescado y marisco. Aquí se encuentran las primeras obras de Siza: cuatro casas en la avenida Dom Alfonso Henrique, con las que se dio a conocer públicamente siendo todavía estudiante; la casa de sus padres, que reformó parcialmente; pequeños trabajos para la familia, como por ejemplo la cocina de la abuela; y, no muy lejos el restaurante Boa Nova y dos piscinas, una en un parque y otra junto al mar.

Siza nació en Matosinhos en 1933, quería ser escultor pero finalmente se matriculó en Arquitectura por no contrariar a su padre, pero también por el impacto que causó sobre él la obra del arquitecto catalán Antoni Gaudí...


Piscinas en Leça de Palmeira (1966)

Restaurante Da Boa Nova (1958)

Sumergiéndonos...

PORTUGAL: EL PAÍS VECINO (un comienzo... por Celia Valera)



Soñar en Portugal no es difícil, ni soñar con Portugal tampoco. Sus calles y paisajes nos remontan a tiempos pasados. Conocer Portugal es una sorpresa y recordarlo una delicia.

Lisboa es la ciudad del recuerdo, el recuerdo que nos insinúan sus calles, sus edificios deteriorados por el terremoto de 1755 y que nos regalan una ciudad de contrastes: por una parte la Avenida de la Libertad con la plaza del Marqués de Pombal y de Felipe IV que nos recuerdan la estructura de cualquier capital europea, formada por edificios modernos y actuales y que nos conduce hacia la Plaza del Comercio y sus rúas de la baixa, dejándonos admirar el elevador de Santa Justa y las ruinas de la Iglesia "Do Carmo" -fiel testigo del terremoto-. Pero si nos dejamos perder entre sus calles podemos asimilar el sabor de una ciudad añeja, que ha querido envejecer y que se mantiene parada en el tiempo.


















Desde la Plaza del comercio encontramos a la derecha la Alfama, con sus numerosos miradores, la Catedral -o "Sé", como dicen allí-, el castillo de San Jorge y sus calles sinuosas y estrechas; y a la izquierda el Chiado, que aún nos deja saborear un buen café en A Brasileira – lugar en el que encontramos la escultura de Fernando Pessoa, como homenaje al poeta que frecuentaba el local-, así como el Barrio Alto, que guarda en su esencia las calles más deterioradas de la Lisboa más profunda, calles en las que por la noche se pueden escuchar aún los fados que despiertan los cantares de los sentimientos portugueses.

Partiendo desde la Plaza del Comercio de nuevo y en la orilla opuesta del río se encuentra el barrio de Belem, y sumergida en la desembocadura del río Tajo, allí donde el río pierde su nombre y se convierte en océano, descubrimos la famosa Torre de Belem. Muy cerca de aquí divisamos el monumento a los Descubrimientos y el precioso Monasterio de los Jerónimos.

Lisboa son sus vistas desde cualquier rincón, el olor a castañas asándose al torcer cualquier esquina, terrazas de cafés en plena calle –aunque sea invierno- y pastelerías que guardan el sabor de unos “pastéis de nata” recién horneados.

El tranvía antiguo aún recorre las calles en cuesta que os recuerdan a tiempos pasados. Subirse en uno de ellos escuchando el constante crujir de la madera ajada con la que están hechos no tiene desperdicio.

Si queremos ver el mar cerca de Lisboa podemos acercarnos a Cascais –sin dejar de visitar la boca do inferno al atardecer-, a Estoril, a Sesimbra o perdernos en los acantilados del “Cabo da Roca”, el punto más occidental de Europa.

Muy cerca de Lisboa está SINTRA. De Sintra me niego a hablar porque no creo que haya frase o expresión que lo defina. Cruzar a pie o en coche sus grandiosos paisajes montañosos bien merecen el paseo, por no hablar de su monumento más emblemático: “El palacio Da Pena”. Sólo decir de él que si fuera el único monumento de Portugal, bien merecería la visita a este país de todos modos.













Si subimos de Lisboa hacia el norte encontramos Coimbra, antigua capital portuguesa y ahora ciudad universitaria por excelencia, que recoge en su reflejo las vistas desde el río Mondego y en la historia de su antigua universidad –aún en funcionamiento-, la biblioteca más bonita que yo haya visto nunca. No muy lejos se encuentra Aveiro, lugar curioso por sus canales que nos recuerdan a la Venecia Italiana.


Siguiendo hacia el norte desde Aveiro encontramos una de las joyas de Portugal: OPORTO. No es difícil enamorarse de Oporto, ayudan sus iglesias cubiertas de azulejos en cada esquina, o la estación de “Sao Bento”, la Iglesia de San Francisco, la “torre dos clérigos”, o las calles en cuesta que invitan a perderse contemplando sus casas que huelen a añejo con la ropa tendida de pared a pared. Éstas nos conducen hasta el Duero y nos dejan contemplar en la otra orilla las bodegas más famosas del país. Este paisaje ha hecho a Oporto ser merecedor del título “Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO”. La belleza que sugiere este conjunto que envuelve al Duero con aroma de humedad, vinos, ropa secándose en la fachada de las casas, terrazas de los restaurantes que acompañan la orilla de río con olor a pescado recien hecho o a "Francesinha"… es infinita. El Duero se deja ver al final de su recorrido, en la desembocadura en la que se une al mar, coronado por seis puentes, uno de ellos –el de Luis I- resulta bastante impactante. El río fluye entre las laderas de una montaña dejando ver a un lado las casas y monumentos más importantes de la ciudad y al otro las bodegas y edificios de Gaia, donde Oporto pierde su nombre. Perderse contemplando el Duero durante minutos e incluso horas no es demasiado difícil, yo diría que es necesario.


















Un poco más hacia el norte se encuentra Braga, antigua capital episcopal. Braga aún reza. Nos lo demuestra su catedral, su antiguo palacio episcopal, el Arco de Porta Ferrea -donde se hacían antiguamente las ceremonias de recepción a todos obispos de la ciudad- y sobre todo el impresionante “Bom Jesus Do Monte”, el segundo santuario más visitado del país después de Fátima.

Portugal sueña, recuerda, admira, envejece, observa y siente.